En el Año de la Oración, la Iglesia en República Dominicana refuerza su trabajo para redescubrir el valor del encuentro con Dios y se prepara con gozo para el Congreso Eucarístico Internacional IEC 2024 en Quito, Ecuador. Conoce las iniciativas que se han desarrollado en entrevista a Monseñor José Amable Durán Tineo.
Sebastián Sansón Ferrari – Vatican News
Una forma de prepararse espiritualmente, fomentando la espiritualidad eucarística, no como una simple devoción sino una espiritualidad encarnada, como en las primeras comunidades que generaba espacios de encuentro, comunión, participación, diálogo, escucha y ayuda. Este es el sentido de fondo del Congreso Eucarístico Nacional en República Dominicana el 7 de abril de 2024 en el camino hacia el Congreso Eucarístico Internacional IEC 2024, según monseñor José Amable Durán Tineo, obispo auxiliar de Santo Domingo y delegado de la Conferencia Episcopal Dominicana (CED) a los Congresos Eucarísticos Internacionales.
La CED acudirá al IEC 2024 por varias razones; entre ellas, el carácter de República Dominicana como la «cuna de la evangelización» y de su capital como primada de América. «En ese sentido, no podemos, entonces, no participar en este gran acontecimiento de fe que marca un hito en la historia de la Iglesia latinoamericana». A su vez, evidencia la unión en torno a un personaje emblemático por la denuncia de las injusticias que estaba llevando a cabo la Corona Española como Fray Antón de Montesinos contenida en un sermón de Adviento. Para el prelado, se trata de un símbolo que se está trabajando para el IEC 2024.
El prelado admite que aún les queda mucho trabajo por hacer y pretenden continuar las catequesis que se presentan en el documento base entregado por el equipo del IEC 2024: «Fraternidad para sanar el mundo». Quieren abordar el texto con la Unión de los Movimientos Apostólicos, que abrazaron el Congreso «y lo vivieron con tanto amor, con tanta entrega y generosidad», subraya.
Aludiendo al lema del Congreso Eucarístico Nacional («Sus heridas nos han curado»), el obispo auxiliar de Santo Domingo considera que la Iglesia en la República Dominicana ha ido sanando heridas en su labor cotidiana: «Tenemos tantos sacerdotes en los barrios, que conocen la realidad fuerte que vive la gente, sobre todo en el afán del día a día, acompañando también a través de dispensarios médicos, en la salud, en las escuelas, en los orfanatorios y en las cárceles».
Desde que se planteó el proyecto de realizar un Congreso Nacional en 2023 el Episcopado lo acogió con beneplácito, especialmente en el marco del Año de la Oración convocado por el Papa Francisco en vista del Jubileo de 2025. En efecto, la carta pastoral que se presenta el 21 de enero de cada año, fiesta de la Patrona del país, Nuestra Señora de la Altagracia, se dedicó a este tema, motivando a los fieles cristianos a profundizar en el Padrenuestro como un camino y a cultivar la intimidad con el Señor. «Por supuesto, se ha efectuado una serie de conferencias y retiros, en particular durante el pasado tiempo de Cuaresma, que fue muy aprovechado para llevar este contenido fundamental y ejercitarnos en el encuentro con Jesús vivo, presente realmente en la santa eucaristía», afirma Amable.
«Lo principal es el acompañamiento y la cercanía a nuestra gente: tanto religiosos como laicos trabajan de manera desinteresada y afanosa en esta obra de Dios, pero también denuncian las injusticias, la situación carcelaria, entre otras realidades», manifiesta el obispo auxiliar. En esta línea, Amable comenta que en el pasado sermón de las siete palabras, se evidenciaron, entre otros aspectos, las dificultades en el sistema sanitario. «Hace falta una ley más humana, que favorezca menos a los que controlan el dinero y el poder y que sea para todos», reivindica. A su vez, se llama a que la mujer juegue su papel y aporte los dones que el Señor le ha concedido, teniendo como paradigma a María, «modelo de discípula».
Amable invita a acoger el llamado del Papa Francisco a fortalecer la oración, «que enardece a nuestro corazón, es el descanso del alma, la fortaleza del hombre y la debilidad de Dios, el impulso para la misión».
«Acompañemos a Jesús, sobre todo a Jesús presente en la Eucaristía, es él quien cura nuestras heridas y sus heridas nos han sanado. Cuando ponemos nuestra vida en las manos del Señor, Él mismo va abriendo las puertas, él mismo va curando heridas, entrando en la familia y poco a poco va poniendo todo en su orden».
Amable recuerda que el Santo Padre manifestó, en la homilía de la vigilia pascual presidida por el Papa Francisco, que es Cristo resucitado quien quita la piedra, no somos nosotros.
«Nos falta ardor para llevar la palabra, todo es obra y gracia de Dios», añade el líder eclesiástico y pide que estos días de Resurrección «sean de bendición, de alabanza, de acción de gracias, de adoración a Jesucristo».