Por Mons. Freddy Antonio de Jesús Bretón Martínez, arzobispo de Santiago de los Caballeros y presidente de la CED.
Indudablemente, la Iglesia tiene que hacerse presente en la sociedad. Su naturaleza y su propia misión la llevan a interactuar con todas las entidades sociales y con las personas en particular. Su obra debe notarse en medio del conglomerado social.
Si actúa como debe hacerlo, puede llegar a tener incluso un liderazgo social. Es lo que ha sucedido en nuestro país y en tantos otros en donde la Iglesia ha estado presente durante siglos.
Ahora bien, este liderazgo suele ser visto como poder: el poder de la Iglesia. Antes se ejemplificaba esto diciendo que “la Iglesia quita y pone gobiernos”… Y, de hecho, ha habido excesos. Pero, los tiempos cambian, gracias a Dios. Por ejemplo, la época del triunfalismo debe quedar completamente atrás.
Con el Papa Francisco no queda duda: si la Iglesia quiere poder, que se ponga a servir: “El verdadero poder es servicio” (Homilía de inicio de su pontificado, 19/3/2013).
Se me pide la opinión sobre este tema y diré que, desde mucho antes de ser presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, dije hasta la saciedad cual es mi parecer:
La Iglesia debe intervenir en la sociedad, pero no tiene que hacerlo en todo, pues ni siquiera es experta en todos los temas. Pero ella, “experta en humanidad”, debe salir al ruedo y batirse en la arena con quienes pretenden mancillar la dignidad humana de quien ya nació o aun del que no ha nacido.
En muchos asuntos sociales y especialmente de carácter político, es deseable que la Iglesia no tenga que intervenir. Lo he repetido muchas veces: habla mal de una sociedad el que siempre tenga que buscar mediadores para dirimir los asuntos que por sí misma debe dirimir. No hay duda de que estamos proclamando la inmadurez de un conglomerado social que no sabe valerse por sí mismo. Esto lo expresé ante los medios del Grupo Corripio y, más recientemente, ante los medios y el Pleno de la Junta Central Electoral.
Es muy meritoria la labor de la Iglesia en medio de los conflictos sociales pasados, tratando de evitar “que la sangre llegara al río”. Pero tenemos que crecer humana y socialmente: la sociedad debe llegar a valerse por sí misma. Entiendo que sería satisfactorio que disminuyera el “liderazgo” de la Iglesia en esta materia, pues sería señal inequívoca de crecimiento.
Puede ser que antes viviéramos tiempos de excesivas intervenciones de la Iglesia en cuestiones sociales, y ahora, que experimentamos quizá otro estilo, percibamos como disminuido el accionar de la Iglesia.
De todos modos, hay que contar con que, para algunos analistas y críticos, aunque saliéramos millones de veces en la prensa y en los medios, “la Iglesia no hace nada”, “la Iglesia no dice nada”.