Por Monseñor Jesús Castro Marte
En República Dominicana el derecho a la vida desde la concepción ha sido un tema de mucha controversia y desigualdad en las opiniones de diferentes sectores de la ciudadanía y el Estado. Y es que no solo en República Dominicana han surgido desacuerdos en cuanto al tema, sino también que a nivel mundial sigue siendo motivo de diferentes debates en los que se consagra defender, si la vida comienza a partir del momento de la concepción o desde el momento en que se nace vivo o viable, o si se debe legalizar el aborto por causas especiales.
El derecho a la vida, por su naturaleza fundamental tiene su consagración en el artículo 37 de la Constitución , el cual establece el respeto a la vida desde la concepción. Es decir, que es un deber primordial del Estado velar por la vida desde el momento de la concepción, y que el Estado no podrá velar por la vida si autoriza a toda mujer por sí misma o con la autorización de otros a destruir la vida del no Nacido.
Sin embargo, hay una tendencia creciente de conflictos de derechos que surgen entre el derecho a la vida desde la concepción y el derecho que tiene la mujer a interrumpir un embarazo cuando este pone en riesgo su vida, que actualmente se encuentra presente en parte de las legislaciones de los países latinoamericanos. Sobre este punto existen dos vertientes: la primera protege el derecho a la vida desde la concepción de manera clara con una gran justificación Biológica y Genética, donde un servidor está totalmente de acuerdo sin ninguna manipulación ideológica; mientras que la segunda sugiere que se protejan los derechos que tiene la mujer a interrumpir un embarazo cuando este pone en riesgo su vida, sin argumento de las ciencias genética y biológica.
Nuestra sociedad nunca puede olvidar la afirmación de la ciencia sobre este tema, no estamos hablando de un asunto totalmente religioso, sino de una realidad que está centralizada en la ciencia. La biología y, de manera especial, la ciencia médica actual están seguras de que la vida humana empieza en la fecundación; se funden dando origen automáticamente a la «célula-huevo» o el cigoto dotado de 46 cromosomas (Cuadrado,1990:14).
La genética afirma que el cigoto, resultante de la fusión del óvulo y el espermatozoide, constituye ya una realidad biológica humana, totalmente autónoma y diversa del organismo materno en que se desarrolla.
En caso de que se despenalizara el aborto en nuestro país, la República Dominicana estaría legitimando la muerte de una criatura concebida para su realización plena como ser humano, se favorecería el incremento de embarazos juveniles y por consiguiente aumentaría la falta de conciencia acerca del aborto como un atentado contra la vida humana. En muchos países que se han aprobado la despenalización del aborto se observa un incremento sustancial en los índices de aborto.
En el sentido biológico, el embrión dominicano, se puede ubicar, en una realidad totalmente biológica, y podemos decir con claridad, que aquí comienza la vida humana, con toda su complejidad genética, como muy bien afirma Mons. Elio Sgreccia para defender la vida humana desde la concepción: «Nos basaremos, para ello, en los resultados de la biología y de la genética para evaluarlos a la luz de la ética racional, por encima de la valoración -aunque importante- del Magisterio de la Iglesia y de la Teología Moral. Esta posición, la de la bioética, debería servir de punto de encuentro para los creyentes y para los que no lo son, y definir la línea de la ética profesional del médico (2003:336)».
Tenemos que mencionar, cuando el Papa Francisco al finalizar su viaje apostólico a la República de México dijo de forma clara, teniendo como justificación la exhortación, Amoris Laetitia, que el aborto no sólo es un asunto de ciencia, sino un asunto humano:
«El aborto no es un problema teológico: es un problema humano, es un problema médico. Se asesina a una persona para salvar a otra (en el mejor de los casos) o para vivir cómodamente. Va contra el juramento hipocrático que los médicos deben hacer. Es un mal en sí mismo, pero no es un mal religioso al inicio: no, es un mal humano».